Dmitri Shostakovich Complete String Quartets Vol. IV

Like all the volumes in the series, the Audite recording features a ballerina on the cover – the same ballerina on each, making them hard to tell apart – but that’s the only aspect of this latest album that isn’t true to the quality of the music. Jens F. Laursen thought the previous, third, volume of the series a treasure – review – and that’s no less true of the recent release. These performances bring out the power of the music and also its more beautiful aspects – like the late Beethoven quartets, this is quirky and unpredictable music which places considerable demands on the performers to capture its restless temperament. The recording, especially in 24-bit format, albeit that it’s only 24/44.1, sounds very fine. I haven’t heard the surround-sound version.

I’m surprised to see that the identical coupling on Hyperion, highly and justly praised when first released, is now available only as a download and to special order on CD from the Archive Service. The Petersburg Quartet, too, capture the beauty and intensity of the music. I echoed Neil Horner’s praise of these performers in Nos. 11, 13 and 15 (CDA67157 – January 2011) and that holds good for this volume. With identical programmes, honours are about even between this and the Audite – the Hyperion comes with a pdf booklet and the lossless flac, usually £7.99, is discounted to £6 as I write, but the Audite is additionally available in 24-bit and surround sound.

El termino “Hausmusik” alude a la música pensada para su interpretación en casa por la familia y los amigos con el fin de entrerenerse realizando algo edificante. Esta actividad, tan cotidiana en algunos países de profunda tradición musical como Alemania, es el sustrato ideal para que fructifique una formación camerística estable y de primer nivel como el Mandelring Quartett. Ni une decirse tiene que tres de ios componentes del mismu son hermanos y crecieron meando juntos (los violinistas Sebastian y Nanette Schmidt junto con el violonchelista Bernhard), a los que se unió en 1999 el violista Roland Glassl, que hoy es uno más de la familia, tras la salida de su antecesor. Michael Scheitzbach, para montar su propio conjunto camerístico (el Ensemble Abraxas). El cuarteto surgió del ambiente musical familiar, tal como explicaba en 2003 el primer violín dentro de un artículo publicado en la revista The Strad: “Nuestro padre tocaba el piano y había siempre música en casa. Cada uno de nosotros asumimos un instrumento de cuerda por lo que empezamos a tocar juntos muy temprano. Era una especie de experimento, pero fructificó”. Aunque con el tiempo cada uno de los hermanos ha terminado haciendo su vida, la casa familiar sigue siendo el ceniro de operaciones del cuanelo; sin ir más lejos la formación toma su nombre de la calle en donde se encuentra la casa de sus padres en la localidad alemana de Neustadt an der Weinstraße. Tal como podemos ver en un documental incluido en DVD dentro del segundo disco de este proyecto Shostakovich de Audite, allí se encuentran con sus padres (Roland ha sido adoptado como uno más de la familia), comparten comidas, juegan con sus hijos, practican sus hobbies (Sebastian es un gran aficionado a los coches)y, por su puesto, preparan sus conciertos; de hecho, el ambiente de la zona les ha animado a fundar un festival veraniego de música de cámara en la vecina Hambach, el Hambacher Musik Fest, donde a las veladas de música de cámara en su castillo se une el atractivo de la zona vitivinícola del Palatinado a orillas del Rin.

La carrera del Mandelring Quartett despegó en 1991 cuando ganaron en Munich el concurso internacional de música del ARD, el concurso Evian o se alzaron tres anos más tarde con el Premio “Paolo Borgiani" en Reggio Emilia. En esos años iniciaron también su carrera fonográfica en el sello Largo con la integral de los cuartetos de Berthold Goldschmidt (1903-1996), el último de los cuales les esta dedicado. Su siguiente proyecto lo realizaron enere 1992 y 2003 en el sello CPO y supuso la recuperación del noneto. uno de los 37 quinteros y nueve de los 34 cuartetos dei compositor francés Georges Onslow( 1784-1853). Y es que los cuatro miembros del Mandelring Quartett están profundamente implicados en dar rienda suelta a su curiosidad a la hora de diseñar provectos interesantes tanto para ellos como para los promotores v el publico. Precisamente el interés de I.udger Böckenhoff por ampliar el sello Audite, que había lanzado en 2000, a grandes proyectos fonográficos hizo que el Mandelring Quartett pasase a formar parce de su escuderla. Inicialmenre planificaron una integral de los cuartetos de Schubert que ha quedado detenida desde 2005 tras tres lanzamientos y que se ha combinado con un interesante proyecto iniciado en 2004 y concluido en 2007 de grabar los cuartetos de Brahms junto a otros de amigos y defensores suyos como Félix Otto Dessoff, Friedrich Gernsheim o Heinrich von Herzogenberg. No obstante, el provecto más prestigioso del Mandelring Quartett, y más aclamado por la prensa internacional, es la intergral de los cuartetos de Dimitri Shostakovich que iniciaron en 2006 y que acaban de concluir tras cinco lanzamientos.

El interés de estos cinco SACDs (a los que se añade el referido DVD con el segundo) no sólo reside en la calidad musical, sino también en la técnica. Creo que estamos ante la primera integral de los cuartetos del compositor sanpeterburgués en sonido envolvente y, si a ello le añadimos la marca de calidad sonora de Böckenhoff (que ya hemos comentado en estas páginas en relación con el cofre dedicados a las grabaciones de Furtwängler para la RÍAS: véase Boletín n° 181, págs. 38-39), el resultado no puede ser más satisfactorio a la hora de disfrutar con impresionante equilibrio, espacialidad y precisión de todos los detalles de cada interpretación. Estos cinco discos contienen una visión completamente nueva, donde cada uno de los cuatro músicos busca su personalidad sin detrimento del conjunto, sumamente intensa (el manejo de las tensiones es impresionante en algunas obras) y con un extraordinario predominio de la claridad formal (se consiguen versiones muy equilibradas), tímbrica (toda una lección de manejo del fraseo y de diferentes tipos de vibrare o golpes de arco) y dinámica (hay constrastes ciertamente de impacto) de estas quince obras excepcionales de la literatura para dieciséis cuerdas.

Cada lanzamiento incluye alguna versión excepcional e incluso el orden de su publicación resulta sumamente interesante para la escucha de todo el ciclo. El primer volumen se inicia con una versión fascinante de ese personalísimo divertimento shostakovichiano que es el Primer cuarteto o el Segundo impresiona por su mezcla de virtuosismo y entonación. El volumen dos resulta algo menos convincente pues se adopta un acercamiento cómodo y menos implicado; el Tercer cuarteto esta admirablemente locado (impresionante desarrollo fugado del primer movimiento) pero le falta humor negro. Su versión desgarradora de principio a fin del Octavo, que ha sido criticada por algunos por su enfoque de los dos últimos movimientos, puede resultar comprensible; recordemos que escuchamos a un cuarteto alemán en una efigie fúnebre personal compuesta tras una visita a Dresde en 1960. El tercer volumen, que incluye los retratos de las tres mujeres más importantes en la vida del compositor (su primera esposa Nina en el Séptimo, su segunda esposa Irina en el Noveno o su amante la compositora Galina Ustvolskaya en el Quinto) supera las trallas del anterior, al ahondar con mayor acierto en la uniformidad de los tempi (los lentos no demasiado lentos y los rápidos con más intensidad que velocidad), algo que, por cierto, también hacía el Cuarteto Beethoven que estrenó estas tres obras; de este lanzamiento Norberto Tauste publicó una breve reseña en el Boletín n° 174, pag. 53. El cuarto volumen sigue el camino ascendente marcado por el anterior con una versión del Décimo cuarteto admirablemente equilibrada de carácter y ahondando en los contrastes (excelente aquí la passacaglia) o un Duodécimo de corte intimista y profundizando en los coqueteos dodecafónicos del compositor ruso. Finalmente, el quinto volumen plasma con sorprendente precisión y riqueza de matices todas las caras de la muerte; resulta un digno colofón para este verdadero Shostakovichfest y culmina con una versión del Quincuagésimo cuarteto completamente personal y fascinante en esa sucesión de reflexiones funerarias contenidas en seis movimientos lentos.

Was für Shostakovichs späte Symphonien gilt, ist umso gültiger für seine Streichquartette: Diese Musik geht weit über das Musikalische hinaus und wird Zeugnis. Nicht umsonst heißen die umstrittenen, von Volkow redigierten Shostakovich-Memoiren und der darauf beruhende Film von Tony Palmer über den Komponisten, mit Ben Kingsley: ‚Testimony’... Zeugnis des Leidens eines Menschen, aber darüber hinaus, der Leiden eines Volkes, der Leiden einer Zeit, der Lebenszeit von Dmitri Dmitrijevich.

1964, als das 10. Quartett entstand, begann er an einer chronischen Rückenmarkentzündung zu leiden, die zur Lähmung der rechten Hand führte. 1966, als er das 11. Quartett komponierte, erlitt er seinen ersten Herzinfarkt, der an seinem 60. Geburtstag sein Leben entscheidend prägte. 1978, als er das 12. Quartett schuf, hatte er sich gerade ein Bein gebrochen, was ihn für den Rest des Lebens zu einem Gehbehinderten machte. Das 13. entstand ein Jahr nach der 14. Symphonie, in der er sich so eindringlich wie nie zuvor mit dem eigenen Tod auseinandergesetzt hatte, und die beiden letzten wurden zwischen einem zweiten und dem alles vollendenden dritten Infarkt geschrieben.

Die Musik ist also gezeichnet, und sie sagt es mit jeder Note. Jede Note wird zum Ausdruck einer Lebensqual und einer nicht mehr vergehenden Trauer. Diese Quartette sagen zudem, dass, wenn man mit einer solchen Welt des Leidens konfrontiert ist, man am ehesten noch mit Ironie und Sarkasmus darauf antworten kann. Und auch diese finden sich gemeinsam mit fahler Trauer und drängenden, quälenden Fragen in den Quartetten wieder: Man denke etwa an die einzigen dreiteiligen Satz gebündelte 13., in dem der Meister die geliebte Bratsche eindringlich hervorhebt, an die abrupten Pizzicati und die Bogenschläge, die wie das Klappern von Skeletten wirken. Man denke an den ‚Schrei’ den der Abschluss dieses Quartetts darstellt und der auch den 2. Satz des letzten charakterisiert. Man denke an die abgrundtiefe Trauer eben dieses Finalwerkes mit seinen sieben Sätzen, die alle als Adagio gekennzeichnet sind.

Es ist demnach ganz evident, dass Interpreten, die sich an diesen tragischen Kosmos heranwagen, der so ganz einfach und unmittelbar wirkt, - was ihn aber gerade so komplex macht, sich all dessen vollends bewusst sein müssen. Dies bestätigt das Mandelring-Quartett und tut es mit der unerlässlichen Ernsthaftigkeit. Es deckt das Elementare der Musik auf, gliedert souverän das Repetitive und gestaltet die eisigen Töne mit einem Können, das ganz im Dienst der musikalisch-menschliche Aussage steht. Die Intensität der vier Musiker lässt zu keinem Augenblick nach. Hinzu kommt das erforderte Wissen um das ‚Dahinter’. Dadurch verdichtet sich ihre spielerisch-technisch überragende Darbietung zu einer visionären Deutung, die allen, wirklich allen Aspekten der einzigartigen Musik auf einmalige Weise gerecht wird, zumal die SACD-Aufnahme überragend in ihrer Transparenz und Wärme ist. Kein Zweifel: Dies ist DIE Integrale für heute, die sich von Ausgabe zu Ausgabe gesteigert hat, um einsame Größe zu erreichen. Dank dafür.

In Fanfare 30:4, Barry Brenesal reviewed the first volume of the Mandelring Quartet’s Shostakovich cycle, the First, Second, and Fourth quartets, characterizing the performances as “beautiful of their kind”—their kind, alas, lacking “emotional weight.” I don’t know what happened to Volumes 2 and 3 (there’s no sign of them in the online Archive), but here we have the fourth installment, and my response is much the same. The expressive content in these three later works ranges from passages of bleak introspection to brief outbursts of anguish and, occasionally, aggression. The Mandelring Quartet faithfully reveals the letter but not always the spirit of the score. Their playing is tonally blended and blemish free; they are scrupulous in their attention to internal details like shifting tempo indications, such as those in the 12th Quartet’s two extended movements; and they present a coherent, unified point of view throughout all three works. But they miss so many opportunities for dramatic emphasis that it is apparently neither neglect nor oversight but a consistent interpretative decision, which to my taste is less convincing than that adopted by more extroverted ensembles like the Sorrel (Chandos) and Borodin (EMI) Quartets.

Examples. In the 10th Quartet, the first violin can be a snarling protagonist in the opening Andante, but not here. The Mandelrings do dig in and grind out a committed, if not especially harsh, Allegretto furioso, and to their credit don’t shrink from the dissonances along the way, but the concluding, insistent Allegretto offers no palpable degree of dread, or anguish, or brutality. They sustain a lyrical flow through the dark, chromatic contours of the 12th’s opening Moderato, but without the irony or despair that the slower, more heavily inflected accounts by the Sorrel and Borodin ensembles provide; and the long Allegretto, which at times seems to border on the brink of chaos, benefits more from the Sorrel’s exaggerated contrasts than the Mandelring’s brisk steadfastness. (The pizzicato at 51 often gives me the chills, but not here—a small point, perhaps, but a telling one.) Likewise, though they plumb the melodic breadth of the 14th Quartet’s Adagio, highlighting the long passages of counterpoint between the first violin and cello with a soothing clarity, elsewhere they lack the Sorrel’s surreal extravagances and the Juilliard’s (Sony) almost reckless intensity.

There are moments in this music that can set your hair on end or take your breath away. To fully experience those moments, my recommendation remains with the Sorrel, Borodin I (Chandos), and Borodin II recordings.

This is the fourth volume of the set of five in this group's Shostakovich cycle. Reviews of the early quartets in ARG (by two of us) complained that the slow movements were too fast, there was little contrast, and they lacked darkness and intensity. It was Shostakovich without the gloom and brooding – and that felt unfaithful to the composer.

This volume seems much better. It may be because these later quartets tend more to play themselves – have more built-in gloom and brooding and darkness – or it may be that they feel these quartets more deeply. At any rate, I found these more than adequate and with superb sound. The performances actually seemed better than the others in my library. Of course I am happy to report that things are better, and I hope it will encourage some readers to try this series. I still think that for the earlier quartets (especially 3) there is no need to go beyond the fine Naxos series with the Eder Quartet. And the Jerusalem Quartet's two Harmonia Mundi recordings are simply wonderful (1,4,9: 901865; 6,8,11: 901953). I think recent recordings of these quartets are better than any of the older ones (Brodsky, Fitzwilliam, Manhattan, etc). It's as if great music only comes into its own after a generation has passed.

Sendebeleg siehe PDF!

The Mandelring Quartett (three siblings and a violist!) is now one volume shy of completing its Shostakovich cycle; presumably Quartets Nos. 11, 13 and 15 will follow in due course. Although the Eighth will likely remain Shostakovich's most popular string quartet, there is good reason to argue that these later quartets present the composer's essential qualities in their most concentrated form. Less public than the symphonies, they were an opportunity for Shostakovich to be brutally honest about himself and his milieu, as well as to mourn, and to dream of something better.

Among these three quartets, the Tenth is most accessible. Completed in 1964 (two years after Symphony No. 13), it is relatively conventional in form, but hardly ordinary in its mood, which is reminiscent of the Eighth Symphony and the Cello Concerto No. 1. Stylistic fingerprints, such as the prevalence of an anapestic rhythm, provide reassurance, but the Allegretto furioso second movement viciously drives that away. Without sacrificing accuracy or tonal quality, the Mandelring Quartett dig in fearlessly, and in the succeeding Adagio, the musicians are by turns painfully eloquent and emotionally stunned.

Quartet No. 12 (1968) is described in the booklet notes as 'moderately dodecaphonic', although it is important to realize that Shostakovich used dodecaphonic elements only as a means to an end, not as an end in itself. Tonality is not rejected – the Quartet begins and ends in D flat major. The opening is darkly lyrical and here the members of the Mandelring display the beauty of their playing as individuals, and their ability to listen to and match each other. The lengthy second movement, with its obsessive working over of its opening gesture, is masterfully shaped by these musicians. Even this movement's biting pizzicato passages are delivered with expressiveness by first violinist Sebastian Schmidt.

A further step towards the darkness is taken in Quartet No. 14 (1973). Just as Quartet No. 12 was dedicated to first violinist Dmitri Tsyganov of the Beethoven Quartet, Quartet No. 14 was dedicated to that same ensemble's cellist, Sergei Shirinsky. As one might expect, the cello plays a prominent role. The second movement and parts of the third, suggest a lullaby, but it is Death that is in the cradle. Rage has been burned away, and what remains is wonderfully equivocal in its tenuous balancing between calm resignation and morbid self-examination.

The Mandelring Quartett, more than any other ensemble I've heard in these three quartets, brings out the music's essential equivocations. (The Fitzwilliam Quartet, once regarded as the sine qua non in this repertory, now seem lacking in imagination.) That they do so with a luxurious sound and with unanimity of intention is reason enough to welcome this release and its predecessors (Volumes 2 and 3 were reviewed in October 2007 and June 2008) and to give it a strong vote as the Shostakovich cycle of choice. This is uncanny playing and it has been recorded with uncanny clarity and presence by Audite's engineers. The booklet notes are thorough, and have been translated into idiomatic English.

Die 15 Quartette von Schostakowitsch zählen zur eindringlichsten Werkreihe, die im 20. Jahrhundert geschaffen wurde. Diese Werke beginnen fast schon den Quartetten von Bartók ihren Rang abzulaufen. Das ist leicht verständlich: Sie sind nicht auf einen letztlich doch engen, die Gestaltungsmöglichkeiten einschränkenden folkloristischen Tonfall festzulegen, in der Ausdrucksgestaltung lapidarer, prägnanter, eindeutiger und zugleich intensiver und in den spieltechnischen Ansprüchen gemäßigter.

In der relativen Einfachheit liegen freilich die interpretatorischen Probleme. Es gibt kaum technische Herausforderungen, dafür aber umso gravierendere musikalische. In den drei hier eingespielten späten Quartetten reduziert Schostakowitsch den Tonsatz geradezu aufs Elementare – auf pulsierende Rhythmen, auf kühl-fahle Melodien ohne aufwendige Begleitsysteme, auf einfache, oft wiederholte Spielfiguren. Jedes musikalische Ereignis erhält freilich auf diese Weise größte Bedeutung und muss mit einer geradezu besessenen Intensität ausgespielt werden. Das gelingt dem fabelhaften Mandelring-Quartett mit vorbildlichem Engagement. Hier entsteht eine Gesamteinspielung der Werke, die Referenzstatus gewinnen wird.

Das Ensemble spielt aus einem homogenen Gesamtklang heraus, der gleichwohl größte Transparenz behält und noch im dichtesten Tumult gegliedert, strukturiert und, unterstützt von einer vorzüglichen Aufnahmetechnik, gut durchhörbar bleibt. Alle Spielanweisungen interpretiert es als Ausdrucksbezeichnungen; es kommuniziert mit dem Hörer und gibt der Musik den Charakter einer nachdrücklich vielsagenden Tonsprache.

Fortsetzung der verdienstvollen, aufnahmetechnisch wie interpretatorisch exzellenten Edition.